European Economic
and Social Committee
Resiliencia económica: de la gestión de crisis a la protección de los ciudadanos
Por Elena Calistru
Las crisis recientes han sometido la arquitectura económica de Europa a una prueba de resiliencia, cuya carga ha recaído sobre todo en los ciudadanos de a pie. Nuestro Dictamen Dejar atrás las crisis ofrece un plan rector para una economía que proteja a las personas y las empresas, en lugar de exponerlas a turbulencias económicas.
Tres son los imperativos económicos que priman:
En primer lugar, las previsiones económicas deben dejar de ser análisis retrospectivos para convertirse en intervenciones predictivas. La inflación hace mella antes en los comedores que en los cuadros de indicadores económicos. Necesitamos sistemas sofisticados de detección precoz de los cuellos de botella en el suministro y de las anomalías en la transmisión de los precios, antes de que estos problemas se materialicen en facturas de calefacción y de alimentación inasumibles. Los hogares más vulnerables a las perturbaciones económicas son precisamente aquellos con la menor capacidad para absorberlas, una realidad que exige una cartografía detallada de la vulnerabilidad para garantizar una protección bien orientada.
En segundo lugar, el planteamiento estructural de la capacidad presupuestaria debe dotarse de un carácter estabilizador, en vez de limitarse a una mera respuesta a las emergencias. NextGenerationEU fue un instrumento admirable, pero abocado a la improvisación. Mediante mecanismos permanentes de estabilización presupuestaria supervisados por la sociedad civil se garantizaría que las respuestas a las crisis protejan a las personas más expuestas. Una gobernanza económica que pase por alto los efectos distributivos genera tensiones sociales que socavan la propia resiliencia que procuramos fortalecer. Las condicionalidades sociales de la financiación de la UE no deben percibirse como trabas burocráticas, ya que podrían garantizar un crecimiento económico que se traduzca en un mejor nivel de vida para todos.
En tercer lugar, es necesario acelerar la integración de los mercados donde más interese a los consumidores. Los costes de la energía, que superan con creces los de los competidores, no solo constituyen indicadores macroeconómicos, sino que también representan facturas mensuales que asfixian los presupuestos familiares en toda Europa. Las inversiones estratégicas en infraestructuras transfronterizas y en la integración de los mercados de la energía no solo son objetivos económicos abstractos, sino que también suponen un verdadero alivio para las familias y empresas que afrontan presiones en relación con el coste de la vida.
Una política económica diseñada sin aportaciones de la sociedad civil equivale a conducir a ciegas, algo técnicamente posible pero insensato en la práctica. Diseñar las políticas con la plena participación de quienes sufrirán sus efectos es una práctica que en cualquier caso arrojará resultados sobresalientes. No se trata de realizar una consulta para cumplir una formalidad, sino de aprovechar a lo largo de todo el ciclo político la inteligencia colectiva de la sociedad civil organizada.
Hay que modernizar, no abandonar, la economía social de mercado competitiva de Europa. Solo aquellos con una escasa visión económica reducen la cuestión a elegir entre la competitividad o la protección de los ciudadanos. Es preciso contar con una creatividad institucional que sitúe la resiliencia económica y el bienestar de las personas en el centro de la gobernanza económica de Europa para abordar los retos del futuro.