Me considero un hombre afortunado. Los Juegos Olímpicos de París son los novenos a los que asisto; la primera vez fue en Barcelona, en 1992. En cuatro de las Olimpiadas fui un atleta que llegué al podio. Las cinco restantes las viví desde todos los puntos de vista posibles: como espectador, como miembro de la Federación Internacional de Halterofilia y como entrenador del equipo nacional de los Estados Unidos de América. Al moverme en la esfera olímpica a lo largo de todas estas décadas, he sido testigo de muchos cambios. Además de la sede donde se celebran, los Juegos Olímpicos han asimilado otras novedades. La evolución de la cobertura televisiva ha permitido a los espectadores acercarse a los deportistas, cuyas emociones pueden ahora ver claramente. La introducción de nuevos deportes en la programación olímpica ha atraído a un público joven y nos ha familiarizado con disciplinas de las que no habíamos oído hablar antes. Al mismo tiempo, las medidas de seguridad nos recuerdan a todos que vivimos en un mundo impredecible, en tiempos turbulentos.

Así pues, todo está cambiando en los Juegos Olímpicos. Todo excepto los principios del olimpismo y los sueños de los atletas participantes. En el mundo actual, los ideales olímpicos son más pertinentes que nunca. Además, el olimpismo suele estar adelantado a su tiempo. Conceptos como la inclusión, la aceptación de la diversidad y una coexistencia armoniosa han conformado el espíritu olímpico durante décadas, mucho antes de que fueran debatidos por las sociedades. Sin embargo, como deportista, como atleta olímpico que ha conocido el sufrimiento al participar en un deporte de competición a un nivel tan elevado, debo centrarme principalmente en los y las deportistas. Para muchos de estos jóvenes, los Juegos Olímpicos representan el propósito de su existencia, lo que da sentido a sus vidas y constituye su sueño. Por este motivo, y para mí, seguir los Juegos Olímpicos no se limita a las puntuaciones ni a las clasificaciones. Consiste en mirar las expresiones en los rostros de los deportistas. Su alegría y tristeza. Sus lágrimas y sus gritos de júbilo. El Olimpismo va de seres humanos que luchan por superarse a sí mismos.