Cuando todo resulta demasiado fácil, pienso que es porque no estoy siendo lo suficientemente exigente conmigo mismo Y, sin embargo, si creamos un sistema operativo, es para garantizar que las cosas sean fáciles, es decir, que todo funcione de manera eficaz y correcta. La distinción que yo haría estriba en que los procesos deben ser sencillos y el contenido nos ha de animar a superarnos.

Siempre me ha gustado encontrar la manera de presionarme a mí mismo hasta que el trabajo que realizo en el CESE se convierte en un reto y luego descubrir que es en ese preciso momento cuando se pueden encontrar soluciones valiosas.

Cuando fui nombrado miembro del CESE, los procesos y métodos de trabajo me resultaban confusos, tanto si se trataba de encontrar la sala de reuniones adecuada, como de saber cuándo apretar el botón para tomar la palabra.

Para cualquiera que empiece un nuevo mandato, pueden hacer falta unas cuantas reuniones para acostumbrarse. La repetición ayuda a familiarizarse con todo. Y, naturalmente, las pausas para el café y las conversaciones en los pasillos son una fuente inestimable de conocimientos e información para entender cómo funcionan las cosas.

El comienzo de mandato ha sido diferente en ausencia de estos medios habituales para orientarse y sentirse cómodo en un nuevo entorno. Ni siquiera está claro quién ha vuelto a ser nombrado y quién ya no participará en las reuniones. Para los nuevos miembros no es fácil familiarizarse con el funcionamiento del Comité y comprender su dinámica.

Nos hemos dado cuenta de que podemos funcionar a distancia. Pero también hemos aprendido a valorar la ventaja añadida de verse cara a cara. Quiero rendir homenaje al personal técnico de nuestro Comité. Dada su condición de trabajadores críticos, se han visto de repente en un primer plano, haciendo lo necesario para que podamos continuar nuestro trabajo.

Han logrado que todo funcione correcta y eficazmente y nos han ayudado a todos a asumir esta nueva forma de trabajar.

Me agrada pensar que de alguna manera el trabajo a distancia desde los despachos, las cocinas o las salas de estar de nuestras casas nos ha acercado unos a otros. La situación actual nos ha recordado que no somos más que personas que trabajan en este espacio común e intentan hacerlo de la mejor manera posible.

Estoy convencido de que cuando volvamos todos a llenar las salas del JDE, lo haremos con mayor empatía y con un aprecio renovado hacia los demás, esforzándonos por contribuir de manera significativa a la labor de la Unión Europea.