Los bielorrusos han cambiado drásticamente. Desde 2020 se ha desarrollado un movimiento popular vigoroso, que ha culminado en protestas masivas, las mayores desde el colapso de la Unión Soviética. Al contrario de lo ocurrido en elecciones anteriores, en su base hay representantes de todos los sectores sociales, unidos por canales de los medios sociales y encabezados por mujeres.

El dictador bielorruso, Alexander Lukashenko, ha perdido apoyo y legitimidad entre la población. La movilización masiva le asustó y desde entonces el régimen pasó al modo de supervivencia y se esforzó en destruir todo tipo de disidencia. La sociedad civil se convirtió en su primer objetivo.

La represión ha alcanzado el nivel más alto en la historia del país tras su independencia. Desde agosto de 2020 han sido detenidas unas 40 000 personas. El número de presos políticos reconocidos ha llegado a casi mil, y sigue creciendo.

Sin embargo, los bielorrusos nunca se han rendido. Han creado estructuras que se convertirán en los cimientos de una nueva Bielorrusia. Han desarrollado reformas y recaudado fondos para prestarse ayuda mutua y apoyar a las personas que lo necesiten. Las dos mayores iniciativas de suscripción popular, BySol y ByHelp, han distribuido siete millones de dólares para prestar asistencia financiera y jurídica a las víctimas de la represión. En respuesta, el régimen acusó a estas campañas de financiar el extremismo e abrió causas penales contra sus promotores. En algunos casos se han congelado las cuentas bancarias de personas que recibieron ayuda de esos programas.

Cuando el régimen de Lukashenko reprimió violentamente a los manifestantes, los defensores de los derechos humanos trabajaron sin descanso para documentar la brutalidad del Estado y liberar a los presos políticos. A pesar de que se bloquearon más de cien sitios web y de que los principales medios independientes salieron del país, los ciudadanos han distribuido periódicos publicados por ellos mismos y han remitido sus testimonios a periodistas situados en el extranjero. Actualmente hay en prisión treinta y dos trabajadores de medios de comunicación, pero la información nunca ha dejado de fluir.

La sociedad civil actual de Bielorrusia, pese a ser decidida, resistente y más creativa que el Estado, también sufre una presión extrema. Las detenciones y las multas privan a las organizaciones de recursos humanos. Muchos se han trasladado a otros países, han suspendido sus actividades o han tenido que hacer su trabajo invisible al régimen. Se han disuelto más de trescientas organizaciones no gubernamentales. Dentro de Bielorrusia, las opciones de financiación ya limitadas se están reduciendo aún más.

Ahora es urgente que el mundo democrático se replantee su estrategia para apoyar a la sociedad civil en Bielorrusia. La tarea principal es preservar estructuras sobre el terreno y ayudar a las organizaciones que tuvieron que huir.

●    Ante todo, las organizaciones de donantes deben tener en cuenta el aumento de los costes operativos en una situación de represión y reubicación, así como las oportunidades limitadas que tiene la sociedad civil de obtener ingresos dentro de Bielorrusia.

●    Plantearse un cambio de formato de la actividad, cuando la dirección se ejerce desde fuera del país. En la actualidad, la gran mayoría de las organizaciones solo pueden subsistir en el extranjero, mientras que las actividades dentro del país en la mayoría de los casos solo son posibles de manera informal y limitada. Por complejo que resulte, es importante dar un respaldo a las personas que permanecen dentro del país, donde muchas organizaciones siguen disponiendo de personal.

●    En este momento, muchas organizaciones carecen de libertad para planificar estrategias, ya que reciben apoyo para proyectos a corto plazo, con una duración de un año como máximo. Es fundamental ofrecer más oportunidades de apoyo a largo plazo y destinado a las infraestructuras, en particular para que las organizaciones reubicadas en el extranjero puedan conservar sus cauces de comunicación con los grupos destinatarios en Bielorrusia. Hay que crear y mantener vínculos horizontales entre los activistas y las iniciativas.

●    Además, los donantes y los beneficiarios de confianza deben intercambiar información para garantizar que la ayuda se utilice bien y no sea manipulada por ONG organizadas por el Gobierno o por organizaciones favorables al régimen.

Lukashenko quiere mantener a Bielorrusia en la oscuridad. Los medios de comunicación necesitan más apoyo que nunca.

●    En primer lugar, es importante la ayuda de emergencia para periodistas, que debe incluir asesoría jurídica y apoyo, económico y psicológico.

●    En segundo lugar, es esencial brindar apoyo institucional a los dos canales de comunicación ya establecidos, así como el desarrollo de una red descentralizada de blogs y vías de comunicación en el interior de Bielorrusia. La población está ávida de nuevos contenidos.

●    En tercer lugar, hay que apoyar medidas más enérgicas para contrarrestar la propaganda y la desinformación. Es fundamental contrarrestar la vigilancia de internet y proporcionar a los periodistas bielorrusos herramientas para eludir la censura y aumentar sus competencias digitales, que es un elemento importante para la promoción de la soberanía del país.

Apoyar a la sociedad civil exigirá una estrategia a largo plazo, con bastante flexibilidad y creatividad. El resultado será ayudar a crear la cultura de oposición y debate respetuoso, así como reforzar el proceso de transformación.

Hanna Liubakova