Cada cinco años, la ciudadanía europea acude a las urnas para escoger a sus representantes en el Parlamento Europeo (PE), la única institución de la Unión Europea elegida por sufragio directo. En 2024, 720 diputados recién elegidos inaugurarán la décima legislatura. Durante su mandato quinquenal, desempeñarán un papel decisivo para configurar Europa, sus instituciones y políticas, su posición en un mundo global polarizado y su compromiso con los valores comunes.
Todas las elecciones son importantes. Son el punto de partida de la democracia, pero sabemos que esta no se limita a ir a votar. A la vista está que hay gobiernos elegidos democráticamente que practican la democracia al tiempo que pisotean el Estado de Derecho. Las elecciones, aunque sean justas y libres, no bastan para garantizar la democracia, ni son el único factor que determina su existencia. Por ello, los votantes deben participar activamente en las elecciones.
Los últimos cinco años se han caracterizado por una serie de retos casi existenciales para la Unión Europea. Primero hubo que gestionar el Brexit y sus consecuencias. Después siguieron la pandemia de COVID-19, la brutal e inhumana invasión de Ucrania por parte de Rusia y los consiguientes problemas económicos, como la crisis energética y los elevados niveles de inflación. Afrontamos todas estas perturbaciones inesperadas sin dejar de perseguir nuestros objetivos estratégicos clave de lograr la doble transición hacia una economía ecológica y competitiva desde el punto de vista digital. Los cambios del entorno geopolítico hicieron que la UE impusiera, junto con sus socios democráticos, sanciones de gran alcance a Rusia, interviniera para reducir el riesgo inherente a nuestras dependencias respecto de China y dotara a nuestras relaciones con los Estados Unidos de una base más sólida que nunca. La Unión también ha puesto en marcha el primer programa para la industria de defensa europea, que se materializará en los próximos años.
En las elecciones de 2024 se librará una batalla por Europa. La campaña electoral deberá responder a las expectativas de la ciudadanía, además de respetar su papel en la toma de decisiones europeas. No cabe duda de que cuestiones como la migración, el cambio climático y el apoyo a Ucrania para que defienda su territorio contra la agresión rusa afectan a todos los que nos preocupamos por la libertad, la democracia y la paz. Los políticos elegidos no deberán escatimar esfuerzos para garantizar la reactivación efectiva de la política de ampliación. Cuando debatan con los candidatos sobre los trabajos que deben llevar a cabo durante los próximos cinco años, deben ser conscientes de que, si resultan elegidos, tendrán que tener presente que la Unión Europea forma parte de un mundo que se desmorona, dividido entre democracias y regímenes autoritarios. En 2024 se celebrarán elecciones en países de todo el mundo que cuentan con 4 000 millones de habitantes.
Nosotros, los europeos, prestaremos especial atención a las decisiones de los estadounidenses que acudirán a las urnas para elegir a su presidente. La relación transatlántica será una cuestión importante durante los debates electorales europeos. Los políticos y los partidos políticos europeos tienen que esforzarse al máximo para dialogar con la ciudadanía y animarla a hacer oír su voz. Ello es más importante que nunca dada la incertidumbre geopolítica. Los partidos políticos que presentan candidaturas a las elecciones suelen tener opiniones divergentes sobre cuestiones de vital importancia para nuestras vidas. Solo podremos tener voz e influir en el futuro de Europa, que es el nuestro, si, como parte de la ciudadanía, participamos en los debates con los candidatos y acudimos a votar. Puede ocurrir que nos sintamos frustrados y enfadados, pero, precisamente por ello, nuestra participación activa en el diálogo político electoral reviste tanta importancia.
En 2019, por primera vez, la participación en las elecciones europeas superó ligeramente el 50 %. El voto de la juventud europea fue el que contribuyó a impulsar el porcentaje de participación. Por una parte, es una buena noticia que la mitad de las personas con derecho a voto lo ejercieran. Pero, por otra parte, esto significa que otra la mitad de la ciudadanía europea, igualmente titular de ese derecho, no acudió a votar. En 2024, no podemos permitirnos dejar que otros decidan quién nos representa en la toma de decisiones y la legislación europeas. Una baja participación reduce la legitimidad de los representantes elegidos y debilita la función que ejercen en el Parlamento Europeo. Por lo tanto, entre las principales responsabilidades de los partidos políticos figura animar a sus electores potenciales a acudir a votar.
Durante décadas, la población europea ha considerado a los gobiernos como sus representantes en la UE. Las elecciones de 2024 ofrecen una oportunidad para demostrar el poder real del Parlamento Europeo como portavoz de la ciudadanía. Habrá quien vote por primera vez. En cinco Estados miembros, se podrá votar a partir de los dieciséis años. No cabe duda de que la juventud tendrá expectativas diferentes respecto de los responsables políticos. Lo vimos durante la Conferencia sobre el Futuro de Europa y lo escuchamos ahora durante los paneles de seguimiento que organiza la Comisión Europea. Los políticos deben aprovechar las próximas elecciones europeas como un proceso para forjar una nueva generación de votantes y responsables políticos, como una oportunidad para reforzar una educación política transparente, así como generar una identidad y confianza.
La estrategia de comunicación del Parlamento Europeo para las elecciones de la UE de 2024 se centra en movilizar a los abstencionistas y a quienes votan por primera vez, ayudar a las demás partes implicadas, incluidos los medios de comunicación, las ONG, las empresas y las personas, así como apoyar el compromiso cívico no partidista de la ciudadanía y las organizaciones europeas a la hora de promover la importancia de votar.
Ya observamos injerencias extranjeras en las elecciones europeas, operaciones híbridas en materia de desinformación, que destruyen la confianza en las instituciones y los políticos y provocan discursos de desunión. Esto ocurre antes de las elecciones, se intensificará durante la votación y adquirirá tintes patológicos en el período postelectoral. Hay que hacer cumplir las leyes contra la desinformación. Las acciones nacionales y europeas no serán suficientes, sino que necesitamos una financiación significativa para apoyar un enfoque que incluya a la sociedad en su conjunto, con el fin de denunciar la desinformación y a sus autores, ya que esto afecta a la vida cotidiana de la ciudadanía y a sus decisiones estratégicas.
Con estas elecciones está en juego el destino de la democracia, la libertad y la seguridad; y acudir a votar es importante.
Danuta Hübner, diputada al Parlamento Europeo (Grupo del PPE)
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