Estimados lectores:

«Una Europa que protege» es el lema que ha elegido Austria para su Presidencia rotatoria de la UE, que se extenderá hasta el 31 de diciembre. Se trata de un lema abierto a numerosas interpretaciones distintas: una Europa que protege a sus ciudadanos de la pobreza valiéndose de un pilar social sólido, o de las enfermedades, recurriendo a la mejor asistencia médica, o de la injusticia y la persecución, gracias a la implantación de un sistema jurídico justo y equitativo, etc. Del mismo modo, podría entenderse como una Europa que proporciona refugio a quienes huyen de la persecución y la injusticia, la pobreza o la guerra.

No obstante, a raíz del debate que tuvo lugar en el Consejo Europeo de junio —y tanto antes como después de él—, en el que los dirigentes de la UE abordaron la migración y la importancia de asegurar nuestras fronteras exteriores, yo creo que significa, esencialmente, una Europa que protege a los ciudadanos de la afluencia de solicitantes de asilo y de migrantes.

Proteger nuestras fronteras externas es algo fundamental, y resulta vergonzoso tanto que no se tuviera debidamente en cuenta esta circunstancia ya desde un primer momento, en el momento de la entrada en vigor de Schengen, como que se desestimara posteriormente. Es evidente que Europa no puede dar cobijo a todas las personas que buscan una vida mejor.

Sin embargo, lo que hace única a Europa son sus valores: el respeto de la dignidad humana y de los derechos humanos, la democracia, la igualdad y la fraternidad. Sí, la fraternidad, una palabra y un valor que caen con demasiada frecuencia en el olvido, unos conceptos profundamente arraigados en la herencia cristiana de Europa que algunos partidos europeos parecen incluso estar redescubriendo cuando ven cómo cientos de refugiados se ahogan en el mar Mediterráneo.

Seamos claros: Estoy absolutamente en contra de la inmigración fuera de control. Pero lo que necesitamos ahora es solidaridad entre los Estados miembros con los verdaderos solicitantes de asilo —aquellos que tienen derecho al asilo en virtud de la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados—, una verdadera solución europea para la inmigración bajo control, así como la creación de centros de acogida europeos que, basados en nuestros valores humanos europeos, sean merecedores del término.

La humanidad, la fraternidad y la solidaridad están profundamente arraigadas en la sociedad europea: de eso trata Europa. No nos dejemos dividir por agitadores y alarmistas; en su lugar, elaboremos juntos unas normas europeas en materia de asilo, inmigración e integración a las que deba adherirse todo aquel que busque nuestra hospitalidad.